El Magnificat

(publicado originalmente en el blog del PETAS, sitio web de mi equipo de investigación)

Esta nota trata sobre la mamá del Jesús de Nazaret, no de religión (no teman, 😉 )

En nuestro equipo del PETAS tenemos un grupo de WhatsApp para propósitos múltiples (como suele suceder hoy en día en todos los grupos de trabajo). Además de lo propiamente académico, en el grupo obviamente compartimos chistes, memes, etc. Justamente en estos días pre-navideños, una figura de los renos de Papa Noel sentados en el asiento del trineo mientras el abuelo con barba tiraba del mismo, con la leyenda ¡Viva la Revolución! dio lugar a un breve intercambio sobre la revolución, qué revolución, su sentido, su orientación, etc. Algunos dirán que era un diálogo de intelectuales mientras otros quizás pensarán que era de nerds de las ciencias sociales (o las dos a la vez).

En lo personal, me hizo recordar la lectura que este domingo previo a la Navidad se leerá en todos los templos cristianos del mundo. La duda que me nace en este momento es si se leerá completa la lectura y el canto de Doña María, la morena de Nazaret (si bien lo de ‘Doña’ habría que dejarlo para más adelante, pues era apenas una joven de unos 15 años).

Cuenta el evangelista Lucas que María, ya embarazada de Jesús, se dirigió a acompañar a su prima Isabel, que vieja y todo estaba también de espera, en este caso de quien sería Juan el Bautista. Luego de que Isabel la saludara con entusiasmo por esta visita, María comienza lo que será el discurso más largo de todo el Nuevo Testamento puesto en boca de una mujer, conocido como el Magnificat (por su primera palabra en la traducción al Latín). En aquella sociedad, de hace dos mil años, que un escrito religioso presentara un discurso en boca de una mujer, ya de por sí es algo que causa curiosidad. Y cuando uno lo conoce un poco más, causa asombro. Arranca María con lo siguiente:

Se alegra mi alma con la grandeza del Señor, y mi espíritu festeja a Dios mi salvador, porque se ha fijado en la humildad de su sierva, y en adelante me felicitarán todas las generaciones, porque el poderoso ha hecho grandes cosas por mí, su nombre es santo.  Su misericordia con sus fieles se extiende de generación en generación.

Hasta aquí, para la mayoría de los lectores de tradición cristiana, nada muy nuevo ni llamativo. Un lenguaje “tradicional” y “religioso”, o incluso “tradicionalmente religioso”, que por algo resultará tan familiar y conocido. Pero a renglón seguido, la joven María se despacha con lo siguiente:

Despliega la fuerza de su brazo, dispersa a los soberbios en sus planes, derriba del trono a los poderosos y eleva a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos. 

¿Excuse me?! ¿Ésta es la mujer de quien se escriben libros sobre el valor de su silencio, su sumisión, su bondad sin límites? ¿Seguro que esto ES ASÍ en el evangelio? No contenta con estas sentencias, María baja aún más a tierra su mensaje para su pueblo, Israel, dominado y explotado por una potencia extranjera:

Socorre a Israel, su siervo, recordando la lealtad, prometida a nuestros antepasados, a favor de Abrahán y su descendencia para siempre.

Recapitulemos. Es el discurso más largo dado por una mujer en el Nuevo Testamento. Por una mujer pobre, por una mujer casi niña, y por una mujer soltera y embarazada!.  Oscar Romero, obispo asesinado por las fuerzas de seguridad del Salvador en 1980, solía realizar una comparación entre esta María y los pobres y desposeídos de todo poder en su país. Dietrich Bonhoeffer, pastor y teólogo alemán ejecutado por los nazis acusado de armar un plan para asesinar a Hitler, llamó al Magnificat “el más apasionado, el más salvaje, incluso se podría decir el más revolucionario himno que se haya cantado”. Todos los revolucionarios, los pobres y oprimidos que han conocido al Magnificat, han amado a esta María tan cercana a su realidad, despojada de oropeles y fantasías tal como la han lastrado durante siglos…

Al mismo tiempo, y como no podía ser de otra manera, el Magnificat ha sido considerado como peligroso por aquellos en el poder.  Veamos esta cita, con referencia a varios países y a la Argentina también:

Durante el gobierno británico de la India, se prohibió que el Magnificat fuera cantado en la iglesia. En la década de 1980, el gobierno de Guatemala descubrió que las palabras de María sobre el amor preferencial de Dios para los pobres eran demasiado peligrosos y revolucionarios. La canción había estado creando conmoción entre las masas empobrecidas de Guatemala, inspirándolas a creer que el cambio era realmente posible. Por tanto, el gobierno prohibió cualquier recitación pública de las palabras de María. Del mismo modo, después de que las Madres de la Plaza de Mayo colocaron las palabras del Magníficat en carteles en toda la plaza capital, la junta militar de Argentina prohibió cualquier exhibición pública de la canción de María.

Por supuesto que las iglesias cristianas también han silenciado muchas veces este canto, al menos los versos más duros y claros. Algunas canciones del Magnificat directamente se detienen ante aquello que suena demasiado “zurdo” para los oídos piadosos que encierran a Dios en los templos (perdón, que intentan y creen poder hacerlo). O tal vez la canción no suene como una “buena noticia”  (ese es el significado en Griego de la palabra Evangelio) para quienes estamos bien alimentados y somos ricos (todos quienes estamos leyendo esto somos ricos comparados con la mayoría de la humanidad), o estamos en alguna posición de poder, o de algún modo somos beneficiarios de sistemas que oprimen. Por el contrario, ¿cómo se siente, se saborea y se escucha el Magnificat si uno es parte de los marginados, los pobres, los vulnerables y los oprimidos… como lo fueron María y su hijo Jesús? Gustavo Gutierrez, teólogo dominico, escribió una vez que perderemos irremediablemente el significado del Magnificat con cualquier intento que hagamos de atenuar lo que dice sobre el amor preferencial de Dios por los humildes y los maltratados.

Quizás no sea una buena noticia para mí, que estoy en la parte acomodada de esta sociedad, sin pasar hambre ni ser pobre, tener empleo y cobrar regularmente. Pero sí es una buena noticia para mi prójimo, el más cercano y el más lejano, el local y el global, oprimidos por un sistema que parece alimentarse insaciablemente de la injusticia y la explotación.  Tratando de seguir las huellas del nazareno, creo y entiendo que solidarizarme con ese prójimo es la mejor, si no la única, forma de amar a la sabiduría infinita que no veo.  María de Nazaret puede iluminar el camino de creyentes, agnósticos y ateos mostrando cómo hay una ternura misteriosa a quien no le son ajenas nuestras realidades sociales, económicas y políticas.

En el mismo sentido, comparto estas ideas encontradas por ahí:

La Navidad tiene que ver con creerle a una mujer lo que dijo sobre su vida sexual.
La Navidad tiene que ver con una familia buscando protección como refugiados.
La Navidad tiene que ver con un niño pobre siendo apoyado por los más acomodados.
La Navidad tiene que ver con Dios identificándose con los marginalizados, no con los poderosos.

Feliz Navidad, amigos!

 

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