Santiago Maldonado, desaparecido

Reproduzco una reflexión de El Blog de Abel, referida a  una noticia grave de estos días en Argentina. No es la temática habitual de este blog, pero es un tema serio que, para los que habitamos este país -y seguramente para muchos vecinos y lejanos también-, no nos debe dejar indiferentes. 

Santiago Maldonado, desaparecido

santiago maldonado

Santiago Maldonado tiene 28 años, y es un residente de El Bolsón desde hace tres meses. Realizaba tatuajes en la feria artesanal de ahí. Hace más de medio siglo que el lugar se convirtió en un refugio de los “hippies”, como les decían entonces. Y eran cuestionados, desde los que elegían la militancia política, por apartarse de las “luchas populares”. Sabemos que no fue así de muchos, muchos de ellos.

Tampoco de Maldonado. Por lo que se sabe, él estaba acompañando el reclamo de tierras -al Estado, a Benetton- de una comunidad mapuche, como gesto solidario. “Tras los disparos con balas 9 mm y antitumulto de la Gendarmería nos dispersamos corriendo y cruzamos el río. Ya del otro lado, escuché los gritos de Santiago y vi cómo los gendarmes lo rodeaban y pegaban“.

Eso fue el 1° de agosto, y hasta ahora no lo comenté en el blog. He estado demasiado ocupado, subí material menos inmediato, y no sentí que mi palabra iba a ser decisiva. Ya se pronunció el Comité contra la Desaparición Forzada de las Naciones Unidas, y el gobierno nacional tuvo que romper su silencio (para decir boludeces, pero es un avance).

Anoche estaba con ganas de seguir callado. Porque otro bloguero -aparentemente nervioso porque el peronismo puede votar a un candidato “con techo bajo” y “un fuerte rechazo de la sociedad”- me increpó por mi silencio, que veía como una señal que el peronismo se aprestaba a rearmar la triple A. Pero hoy reflexioné que Maldonado no se merece ser una herramienta de neurosis chiquitas.

Además, otra comentarista marcó que hubo silencio por parte de muchos “referentes”. No lo había notado (será que no me referencio en ellos). Pero es cierto que, con las elecciones en pocos días, los candidatos y sus fans pueden sentir temor de acercarse, aunque sea por asociación, a una causa -la reivindicación “nacional” de grupos que se identifican como mapuches- que muchos argentinos ven con desconfianza. Con buenos motivos.

Como sea, merece destacarse que Cristina Kirchner -que lleva adelante una campaña muy prudente- no vaciló en reclamar públicamente por la aparición con vida de Maldonado. En cuanto a la reacción popular, en todo el país hubo marchas y protestas (algunas provocando al pedo, cierto), pero que muestran que los argentinos comunes perciben la amenaza real.

Pues las reivindicaciones mapuches -las justificadas y las delirantes- son un problema en dos provincias argentinas -Chubut y Neuquén- que sus gobiernos han manejado -mal o bien- pero con herramientas políticas.

El peligro que amenaza -que nunca se fue del todo- y que ahora levanta la cabeza con soberbia- es el descontrol de las “fuerzas de seguridad”. O, como se decía antes “de los hombres a los que la sociedad les ha dado armas para defenderla”.

Tomo parte de una nota de Marcos Mayer que recogió mi amigo Juan José Salinas:

La desaparición de Santiago Maldonado y la (tardía) reacción oficial es una muestra de cómo se está pensando desde el poder la relación con las fuerzas de seguridad, que hoy se sienten protegidas para manejarse a su antojo.

A poco de asumir Macri, la policía baleó un grupo de chicos de 10 años durante un operativo en la villa 11-14. Casi nadie reaccionó demasiado, pese que se supondría que el hecho de que se hiera a niños sería normalmente un escándalo más allá de las adscripciones políticas. La ministra de Seguridad se limitó a visitar en el hospital Churruca a un policía que había recibido un balazo durante el procedimiento y no dijo palabra sobre los pibes baleados. Ni siquiera aquellas que se pronuncian de ocasión y en las que nadie cree al estilo “se investigará hasta las últimas consecuencias y no descansaremos hasta encontrar a los responsables”. La situación tuvo un poco de rebote en algunos medios y en las redes sociales y, de acuerdo a lo que es habitual en estos casos, dio paso a otros temas.

(La cosa fue todavía peor. La ministra visitó a un gendarme herido en otro incidente. En la villa, la represión se desató sobre una murga que se encontraba ensayando y los gendarmes no fueron atacados a balazos).

Pero fue demostrativo de muchas de las actitudes de la gente de Cambiemos. Entre ellas una comunión con la agenda que le proponen los medios. La Bullrich asume en medio de un reclamo por la inseguridad. Relato que consiste en que hay una serie de personas –sobre todo de clase media- que son víctimas de un ejército de delincuentes que, estimulados por el paco, se abalanzan sobre los bienes, la integridad e incluso la vida de sus compatriotas. Versión de la inseguridad bastante limitada, por cierto, baste leer la denuncia sobre la convivencia entre narcotraficantes y policías que describe con acierto Marcelo Sain en su reciente libro Por qué preferimos no ver la inseguridad. Los chicos baleados serían, en la versión oficial mediática, futuros soldados del ejército del paco, como trató de mostrar Lanata con las “declaraciones” del Polaquito.

La bibliografía de Cambiemos está en las tapas y editoriales de Clarín y La Nación que hoy están entretenidas en la detención del cuñado de De Vido mientras no dicen palabra de la desaparición de Santiago Maldonado. Es más, en su show dominical, Jorge Lanata mostró un informe especial sobre una presunta guerrilla mapuche, lo que no se puede leer sino como una justificación más o menos encubierta del episodio Maldonado.

La ministra de Seguridad deja que hablen los medios –ella no dijo palabra sobre el tema, sólo hubo una declaración de Claudio Avruj mostrando una preocupación que no se condice con los hechos. Ese no hacerse cargo, esa no presencia de la responsable del Estado en temas en que está en juego la vida de un ciudadano y que están vinculados con el accionar de las fuerzas a su cargo, habla más allá del silencio. Esta vez no hay shows en uniformes de camuflaje.

Es indudable que el tema no importa pero no hacer nada es hacer mucho. Por de pronto es un crédito a ciegas al accionar de la Gendarmería, aval que antes se otorgó a la policía, que hoy se siente con derecho a parar a la gente, pedir la exhibición del DNI y exigir, generalmente por la fuerza, que se abran mochilas y morrales. O dejando a criterio de las fuerzas de seguridad el manejo de la represión, como ocurrió en Pepsico y en el Obelisco. Unas fuerzas de seguridad, es obvio decirlo, que no molestan a los ciudadanos de Barrio Parque o del Nordelta.

Y todo este clima hace que en la mente oficial y, lamentablemente, en la de gran parte de la clase política, la desaparición de Maldonado no amerite siquiera una nota al pie. Y en un país que ha sido identificado con la palabra “desaparecidos”. Y no es que estén distraídos con la campaña, de hecho salen a contestar cualquier cosa que se diga en la mesa de Mirtha o en el living de Susana“.

Hay otro toque retro. Este “informe” que publica -naturalmente- Infobae, asocia al grupo “reivindicativo” mapuche, con La Cámpora, las FARC, el ETA y “grupos extremistas kurdos de Turquía” en el tradicional lenguaje de los servicios. Que despliegan su también tradicional ignorancia geopolitica. No saben que los kurdos son, por razones puramente nacionalistas, los únicos aliados sinceros de EE.UU. en Medio Oriente. Para inteligencia exterior, no sirven. Pero con el gobierno actual se sienten alentados para recuperar protagonismo en sus funciones de siempre.

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